martes, 17 de enero de 2017

Consumir, trabajar, prostituirse, robar, mendigar, consumir...

La otra.-radio, para escuchar clickeando acá 

Dibujos: El Tomi

Nadie sabe lo que puede un cuerpo: En el programa del domingo de La otra, Alejandro Brain recordaba que hace unos años le hicimos una entrevista a Enrique Symns para la revista Parte de guerra, en la que Symns decía que en esta sociedad las personas tenemos cuatro formas de trabajo: el empleo asalariado, la prostitución, el robo y la mendicidad. Lo notable es que Symns consideraba que había cierta familiaridad entre estas cuatro posibilidades: prostituirse es un trabajo, tanto como robar un banco o pedir limosnas. El empleo asalariado también tiene algo de prostitución y de limosna, así como el robo requiere un esfuerzo, una organización y un tiempo quizás más duro que el de ir a trabajar a una oficina o pedir limosna. En los cuatro casos sobrevuela la sombra de la alienación y un avacilación entre encajar o no poder. Lo que el sistema exige es funcionar. El que no puede funcionar se vuelve un problema. Algunas de estas posibilidades están más cerca de la funcionalidad y otras se alejan de ese centro. Cada una de ellas tiene un rasgo de las otras, aunque se distingue de las demás por el predominio de uno de esos rasgos sobre los otros. Trabajar, prostituirse, robar o pedir limosna nos acercan con distintos grados de funcionalidad a las variantes del consumo. Consumir es, en esta época, la forma de definir nuestro ser en el mundo

Ahora Brain trabaja como psiquiatra en el Hospital Álvarez y desde esa posición tiene la oportuidad de tomar contacto con personas que tienen problemas para encajar en la normalidad de una existencia funcional. Al hospital recurren algunas personas que no logran encajar en los empleos formales: porque no funcionan (otros están tan capturados por su conflicto que ni siquiera pueden llegar al hospital). Muchos de los problemas que esas personas traen se vinculan con lo que se denomina el consumo problemático. Brain leyó algunos pasajes del libro Dársela en la pera:

"Estamos ante una nueva realidad cultural en cuanto al consumo y sus límites. El consumo de sustancias psicoactivas se inscribe en una sociedad en la que el consumo es uno de sus principales valores. Un consumo se transforma en problemático cuando se establece un vínculo compulsivo que fragmenta los lazos sociales y afecta el proyecto de vida de las personas o revela la ausencia del mismo. (...) A través de la noción de consumo problemático intentamos remover el estigma del término adicto, que vincula a los sujetos usuarios de sustancias con la enfermedad o con la delincuencia".

Así, la noción de consumo problemático pretende señalar la pertenencia del consumidor a un entramado social, para no criminalizarlo ni tratarlo como un enfermo. Dársela en la pera está escrito por un grupo interdisciplinario (politólogos, psicólogos, sociólogos, dirigentes políticos, periodistas) que investigaron la realidad de la violencia y la adicciones en los barrios del conurbano profundo, centrándose especialmente en los jóvenes más expuestos a estas situaciones.

Brain vino acompañado por dos de sus compañeros psiquiatras, Luciano Rosé y Rodrigo Videtta, que también están trabajando en el territorio del conurbano, para llegar a esos jóvenes que ni siquiera alcanzan a acudir a los hospitales. Nos detuvimos a analizar las deficiencias de una formación médica que carece de una perspectiva antropológica para encarar problemas que superan por mucho el modelo de relación entre el médico y el paciente. Hay en el vínculo entre los médicos y sus pacientes una distancia de clase que debe pensarse como una variable más del conflicto. Si los consumidores problemáticos forman parte de una trama social en la que el consumo es un valor, hay que pensar que los agentes sanitarios también son parte del problema: en trato cotidiano con pacientes en situación de crisis personal, familiar, laboral y social, los médicos se ven exigidos a buscar un equilibrio siempre inestable para responder con una sensibilidad justa, sin volverse indiferentes a las personas que tratan ni terminar desbordados por su propia angustia. La conversación estuvo muy interesante y la pueden escuchar clickeando acá.


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Durante el programa, hablamos de cine (el ciclo Los cines posibles, Invasión zombie, Hasta el último hombre), guardamos unos minutos para reconocer el aporte de Ricardo Piglia a nuestra propia formación filosófica y crítica, y escuchamos música: lo nuevo de los Rolling Stones, una canción en dos versiones (la de Spinetta, su autor, y la de Lidia Borda), y algo de Antony Hegarty junto a Bjork y también con Cocorosie: "Beautiful Boyz".


No más chicos hermosos
no más chicos hermosos.

Nacido ilegítimo
casi seguro que de una puta
se convirtió en huérfano
oh qué hermoso huérfano
lo mandaron al reformatorio
con diez años, esa fue su primer gloria,
lo agarraron robándole a una monja
así empezó su historia de amor.

Treinta años a la deriva
un hijo del demonio con alas de paloma
oh terminó en la cárcel
en cada lugar en que hizo pie
oh cuánto amaba, amaba la cárcel
qué horriblemente linda era la cárcel.

Todos esos chicos hermosos
fiolos, reinas y maricas criminales
todos esos hermosos chicos
con tatuajes de barcos y tatuajes de lágrimas.

Su más grande amor fue ejecutado
el romance puro era innegable
rufianes angélicos y santos
rufianes angélicos y santos.

Todos esos chicos hermosos
no más chicos hermosos
no más chicos hermosos.

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