todos estamos igual

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Dos adelantados

(y un gran año para el cine argentino)


por Oscar Cuervo

Estaba pensando que este es un muy buen año para el cine argentino. Y no me refiero precisamente a estupideces tales como "la antesala del Oscar" o a productos de Telefónica que revientan la taquilla, sino a autores con un perfil mucho más bajo, que difícilmente tengan páginas desplegables en los Suples de espectáculos de los grandes medios, pero que vienen sosteniendo sus obras con terca fidelidad hacia sus propias necesidades expresivas. Con sus películas no han dejado nunca, desde el principio, de interrogarse por las posibilidades del lenguaje que cultivan. Así creo que es posible establecer un link entre dos cineastas aparentemente dispares como Andrés Di Tella y Raúl Perrone. Sus películas no se parecen en nada, pero igual encuentro algunos puntos en común en sus éticas creativas. Los dos empezaron allá por fines de los 80 o principios de los 90 y fueron primeros adelantados en el uso desprejuiciado del video como una oportunidad de libertad productiva extrema (no uso "radical" porque esta palabra tiene una resonancia inconveniente para mí). El llamado "Nuevo Cine Argentino", con su canon cristalizado apresuradamente, vino después. Ellos, Perrone y Di Tella, habían declarado su independencia en cuanto vieron que las nuevas tecnologías les permitían desplegar sus investigaciones expresivas sin perder energías en la "salida industrial", cuya maraña aún obsesionaba a muchos de los que por entonces querían hacer cine. Di Tella y Perrone hicieron sus primeras, grandes películas en formatos que la mayoría de los aspirantes a cineastas despreciaba o temía: Vhs, Super vhs, Umatic, Betacam... Se dieron cuenta antes que casi todos del dulce encanto de la artesanía y no cayeron en la trampa de fetichizar el soporte. Por eso lograron ser precursores de una independencia que unos años después se convertiría en un argumento de venta de las nuevas camadas. Y esa independencia no la usaron como una pose que fuera más importante que sus películas, sino para hacer películas más libres. Labios de Churrasco y Montoneros, una historia fueron filmadas en 1994 y los muestran a ambos pisando con mucha firmeza en territorios que ningún otro autor había explorado y con rasgos estilísticos ya muy definidos.

Lo mejor de todo no es que llegaran antes sino que, desde entonces, Di Tella y Perrone no pararon, no abandonaron esa independencia para concebir sus obras, no cedieron a las modas ocasionales  y sus películas de estos últimos años son mejores que las primeras.

Por ende, ya tienen una filmografía considerable y verlas en perspectiva ayuda a pensar en la historia del cine contemporáneo que a través de sus películas fluye.

Será por eso que ambos dos concitan en este mes de octubre de 2015 una especial atención en festivales del mundo, con una conciencia de su importancia autoral que la crítica argentina no termina de ponderar.

Son dos de mis favoritos, siempre quiero ver lo que están haciendo. Creo que, por ejemplo, Fotografías, P3ND3J05, El país del diablo o Ragazzi son algunas de las mejores películas filmadas en Argentina en décadas. En 2015 dan a conocer dos obras formidables: SAMURAY-S (Perrone) y 327 cuadernos (Di Tella). Sobre ambas ando escribiendo y pronto voy a publicarlo en este sitio.


Ya hablé del blietzkrieg de Perrone acá: un tributo con 12 películas suyas en la Viennale ("The Man from Ituzaingó - Raúl Perrone - The Last of the Independents"), una jornada en la Universidad de Oxford ("Argentine Independent Cinema: Raúl Perrone in Focus"), y estrenos simultáneos en Valdivia y Hamburgo (SAMURAY-S, Hierba).

Mientras tanto, la filmografía de Di Tella está teniendo un reconocimiento similar en San Sebastián, donde ya se ha proyectado 327 cuadernos. Y algo más: mañana jueves 1 de octubre también en San Sebastián empieza una retrospectiva de su obra inaugurando el espacio cinematográfico de La Tabakalera, Centro Internacional de Cultura Contemporánea, un lugar gigante, que será uno de los museos de arte contemporáneo más importantes de España y la sede principal del festival de San Sebastiána partir del 2016. Los datos de esta retro se pueden encontrar acá. Pero me gustaría transcribir un párrafo del texto de presentación que, sin haberlo escrito yo, puedo suscribir totalmente:

"Andrés Di Tella inaugura una nueva línea de programación del cine de Tabakalera. Bajo el epígrafe de Focos (FC), se trata de revisar la filmografía de cineastas contemporáneos, en este caso la de uno de los documentalistas más destacados del continente americano, cuyo cine combina “Historia” con mayúscula con archivo personal y primera persona.

"A lo largo del mes de octubre, los jueves, el cine ofrecerá algunos de sus trabajos seleccionados, comenzando con una conferencia a cargo del propio autor bajo el título de El otro, el mismo: la intimidad en el documental, que hará las veces de presentación del ciclo, y finalizando con una carta blanca, la proyección de una película propuesta por el propio Di Tella, que ha seleccionado El desencanto de Jaime Chávarri. Entremedias, podremos ver, entre otras: Hachazos, El país del diablo, Fotografías, Reconstruyen el crímen de la modelo o Montoneros. Una historia".

Me encantaría estar ahí: viendo las películas de Di Tella junto a los españoles, escuchando su disertación sobre esa obra maestra que es El Desencanto, una de mis películas favoritas de todos los tiempos, así como me gustaría ver la cara de asombro que pondrán en Valdivia, Hamburgo y Viena antes las películas de Perrone.

Mientras tanto, 327 cuadernos se puede seguir viendo en el MALBA, durante los sábados octubre, (ver acá). Además, Di Tella tiene un canal en Vimeo en el que pueden verse completas Macedonio Fernández, Montoneros, una historia, La televisión y yo, Fotografías, El país del diablo, Hachazos y ¡Volveremos a las montañas!. Y esperemos que antes de fin de año podamos ver en Buenos Aires Ragazzi y Favula de Perrone.

¡Ah! Además está en cartel Mi amiga del parque de Ana Katz y este jueves se estrena Cuerpo de letra de Julián D'angiolillo, otras dos grandes películas argentinas de este año.

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