todos estamos igual

martes, 21 de junio de 2011

Una enfermedad tropical en pleno invierno

Tropical Malady en el ciclo de La Tribu


por Tadeo Roldán

Tropical Malady (Apichatpong Weerasethakul, Tailandia, 2004): ¿A quién mira el soldado en la cena en la casa de los campesinos, mientras su madre lo observa con atención? La muchacha que está frente a él es hermosa, se cruzan unas miradas, pero no sólo ella esta ahí. El soldado no puede dormir, mira la jungla y después a nosotros. Es muy difícil darse cuenta en el momento en que las cosas nos están ocurriendo, pero tampoco nos hagamos los giles.

Tong, el campesino, va viajando en colectivo. Frente a él hay una chica muy bonita que lo mira, vemos primeros planos de esos rostros llenos de gozo. A ella la llaman por su teléfono celular, pero igual lo sigue mirando. Sonríen. Entonces se va a producir el encuentro: una mano pasa por la ventanilla del colectivo y lo toca. Es Keng, el soldado que estuvo en su casa. “No recuerdo tu nombre, pero me acuerdo de tu rostro”, le dice Tong.

En la siguiente escena aparece Tong vestido de soldado, mirando calzados en un negocio. El vendedor le pregunta a qué regimiento pertenece. Tong responde que lo único que tiene de militar es el uniforme que quizá lo ayude a conseguir trabajo. “¿Cómo se puede seguir una narración en la que la caracterización de los personajes se confunde hasta casi perder sus identidades?” – dice los culos de los espectadores que empiezan a hacer crujir el tapizado de las butacas y sienten un terror científico al ver que alguien juega con el principio de no contradicción. Pero esto no es todo: Keng y Tong van en un camión, dicen que hay un animal tirado en la ruta. Se bajan. Tong reconoce a su perra. El otro le pregunta si está muerta. El campesino levanta al animal que parece tener el cuerpo rígido. Corte. Sin embargo, en la siguiente escena el campesino tiene a la perra en sus brazos. Ella se levanta y se va...


La selva siempre ha sido el espacio en el que la cultura urbana se vuelve incapaz de explicar lo que se está viendo. Pero en Tropical Malady todas las imágenes están bajo el influjo de la jungla. La película de Apichatpong no es una guerra sino un duelo, ya no de un animal contra un hombre, porque lo humano y lo bestial se confunden: los animales hablan, los hombres rugen. No es puramente la alucinación causada por una enfermedad, sea la descripta por la medicina o la cantada por los poetas más antiguos (la enfermedad de amor). No es solamente la alucinación onírica o la que produce insomnio, es la alucinación cinematográfica, la que produce el arte, la que confunde a todas de manera que es imposible discernirlas: Tropical Malady muestra la capacidad del arte para producir el misterio. Si ya en la primera parte había episodios que nos dejaban perplejos, en la segunda, en el espacio de la jungla, se produce un despliegue abrumador de episodios inquietantes. Para muchos, las dos partes de la película son incongruentes, pero es claro que Tong, al final de la primera parte, desaparece en la oscuridad de la jungla. Y al principio de la segunda, aparece acostado en su cama, se levanta y se va; entonces entra el soldado mientras se escucha la voz de las mujeres que hablan del tigre. Parecen ser dos momentos paralelos en los que el campesino desaparece (algo similar a lo que ocurrió en el episodio de la perra). El relato parece tener la lógica de aquel libro que se describe en “El jardín de los senderos que se bifurcan” de Borges: “En todas las ficciones cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts’ui Pen, opta – simultáneamente – por todas”. Parece ser esto lo que le ocurre al soldado cuando se despierta con el pasamontañas negro puesto, escucha el cencerro que él había tocado para atraer al tigre, y entonces se ve a sí mismo alejarse gateando.

La platea se ríe cuando los animales hablan, a pesar de que es uno de los momentos en que aparece la poesía (me olvidaba de que la fábula es un género infantil). El soldado recorre los árboles con la luz de su linterna, espera. Arriba está el tigre, inmóvil. Las ramas se agitan por la brisa, y entonces nos dice:

Te extrañé tanto soldado.
Ahora devoraré tu alma
Y ya no seremos
Ni hombre ni animal.
Cada gota de nuestra sangre
Canta una canción...
Ahí...
¿la oyes?

Este sábado a las 19:30 en Lambaré 873

/

5 comentarios:

julieta eme dijo...

ehhh ya empezás a anunciar desde ahora la película del sábado? yo la vi en un bafici pero no recuerdo mucho. y la verdad es que no entendí nada... ahora que ya tengo vistas varias películas del mismo director, espero entender o al menos captar un poco más...

Martha dijo...

No hay que entender nada, Juli. Deja que fluya!!
Martha

Oscar Cuervo dijo...

Creo que en el texto de Tadeo Roldán están los elementos para poner en cuestión de la pertinencia de la palabra "entender" para referirse al cine de Apichatpong. Y para referirse al arte en general. ¿Qué se "entiende" de una película como TAXI DRIVER o EL HIJO? ¿Quién entiende qué?
Comúnmente se dice que se "entiende" una película cuando se puede formular su argumento en palabras. Pero eso no es entender.

julieta eme dijo...

yo leí el post y me dio la impresión de que el tipo entiende bastante bien las películas de Apichatpong.

Martha dijo...

Qué cosa! Una vez más, me la pierdo.Las elecciones(u opciones) en la vida, me matan. Aia! (suspiro profundo)