todos estamos igual

jueves, 15 de abril de 2010

Bafici cachondo


por oac

No quisiera terminar esta jornada sin reafirmar una presunción que vengo sosteniendo desde el Bafici anterior: hay entre los cineastas argentinos jóvenes al menos uno cuya mirada se afirma en una necesidad inapelable. Marco Berger maneja los resortes del cine con una seguridad que parece dictada por el instinto. La mejor prueba es su cortometraje "Platero", que integra el film Cinco, una película de cinco episodios dirigidos -por orden de aparición- por Cinthia Varela, Berger, Cecilia Del Valle, Andrew Sala y Francisco Forbes. La película se basa en relatos eróticos extraídos de la antología En celo, de jóvenes cuentistas argentinos. El episodio dirigido por Marco parte del cuento "Platero y yo" de Natalia Moret. El original literario parece que cuenta la historia de una gordita que se excita con las sesiones amatorias de la hermana mayor y su novio, a quien le dicen "Platero" por sus atributos de burro. En el film de Berger, la hermanita se transforma en hermanito y ahí lo tenemos a Marco moviéndose nuevamente por el límite de una sexualidad vivida como peligro inminente.

Todo trascurre en una jornada de calor ardiente, de pileta de natación, mallas mojadas y fricciones corporales, en un ámbito familiar, en la cercanía de padres y amigos, un espacio al que a Marco le divierte saturar de tensión erótica. El asunto es que Berger sabe asociar como pocos cineastas estos dos regímenes: el de los deseos riesgosos y el de los recursos cinematográficos: montaje, encuadre, un tempo preciso y actuaciones impecables. Los 15 minutos de "Platero" lo muestran en gran forma, manejándose en una clave de comicidad desfachatada que no había intentado en sus películas anteriores (el largo Plan B y los cortos El reloj y Una última voluntad). Cada una de estas películas ensaya una tonalidad diferente, pero como variaciones de ese mismo desliz de la mirada que es su especialidad. En este caso, resultan impagables las expresiones de terror del muchachito intimidado por la presencia corporal del novio de su hermana.

"Platero" resalta dentro de una producción cinematográfica local en la que el erotismo nunca termina de ser bien filmado; en el mismo largometraje Cinco, sólo el primer episodio, dirigido por Cinthia Varela, logra despertar una considerable calentura con recursos genuinamente cinematográficos (notable actuación de Alberto Rojas Apel y de una chica muy jovencita cuyo nombre no tengo, en la historia de un encuentro ocasional -y enteramente dialogado- en una terminal de micros). Después de este episodio viene el de Berger y sube la temperatura. Lamentablemente los siguientes capítulos no logran mantener esta excitación; si bien continúa la temática sexual, lo que desaparece es el erotismo. Pero los dos primeros episodios, y especialmente el de Marco, justifican por sí solos la visión de Cinco.



Pasando a otro orden de cosas, esta jornada tuvo la que quizá sea la mayor decepción de este Bafici: Yuki & Nina, la película co-dirigida por el japonés Nobuhiro Suwa y el francés Hippolyte Girardot. Se trata de un verdadero bluff, que pretende condensar en una fórmula ingeniosa los recursos de una co-producción franco-nipona y termina ofreciendo lo peor de ambos mundos: esa irritante elegancia burguesa con que los franceses viven sus conflictos "adultos" y un pseudo-espiritualismo alla Naomí Kawase como aporte oriental al producto. Hay un par de niñitas a las que no cabe considerar menos que sensibles, inteligentes y pizpiretas, emocionalmente más maduras que sus respectivos padres (como corresponde a los lugares comunes más previsibles del género de los films de divorcios); y hay un giro mágico y pseudo-misterioso para justificar la mutación de película francesa a japonesa. Pura sanata. Yo ya empiezo a preocuparme por la suerte de estos directores orientales que son cooptados por el cine francés y, ganando en glamour y en recursos visuales, pierden sus aristas más ásperas: les viene pasando a Hou Hsiao Hsien, ahora a Suwa y hasta a Jia Zhang-ke.



El caso de Tsai Ming-liang es más complejo. Visage, su nuevo film, es quizá el menos logrado de toda su filmografía y, a pesar de ello, contiene algunos de los momentos cinematográficos más brillantes de este festival: las escenas compartidas entre Jean Pierre Leaud y Lee Kang-sheng; Leaud y Fanny Ardant; y Lee Kang-sheng y Mathieu Amalric son verdaderamente inolvidables, pero permiten ser pensadas como momentos autónomos de un todo que no termina de contenerlas. El cine de Tsai adquiere un cada vez mayor suntuosidad visual a medida que se van alejando de las marcas de lo real y va cerrándose sobre sí mismo: cine que habla del cine que habla del cine. Tsai parece conciente de este proceso, ya que hace dialogar a dos de sus personajes femeninos acerca de unos trozos de comida en estado de descomposición que, no obstante ello, son envueltos en bolsitas de plástico de distintos colores y guardados en la heladera. La escena parece hacer alusión a la propia descomposición de su poética. Visage se disfruta por momentos, siempre que se trate del fin de una etapa en la carrera de Tsai, porque por ese lado ya no parece posible seguir avanzando.

Finalmente, en la jornada que termina llegué a conocer personalmente a Raya Martin, uno de los cineastas contemporáneos a los que más estimo, por la libertad artística que se permite en sus películas. En persona, Raya es un tipo re-simpático, sencillo, de un trato muy cálido y humilde.

6 comentarios:

Persio dijo...

:)

Unknown dijo...

Mi compañera en el primer corto se llama Martina Juncadella, una excelente actriz. Gracias. Saludos

julieta eme dijo...

ah buenísimo! después leo con más tiempo. me gusta la foto de Visage! ajaja

julieta eme dijo...

acá está el cuento "Platero y yo":

http://www.no-retornable.com.ar/cuentos/0023.html

muy buenas reseñas.

besos.

bahia ruge dijo...

Me gusta el blog

nastenka dijo...

De acuerdo con la opinión de TMG... Pienso que esa saturación de suntuosidad visual (contrapuesta a escenas con menos énfasis en lo visual) tiene un objetivo poético.
Quizá requiera un pequeño trabajo de paciencia para el espectador; en ese caso, depende de lo que uno esté dispuesto a dar para observar.