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viernes, 3 de abril de 2009

Bafici: a la deriva, bajo un sol de mercurio


Sobre Elle veut le chaos, de Denis Côté

Por Cece

Elle veut le chaos (2008) es la tercera película del canadiense Denis Côté, la que le valió el Premio al Mejor Director en el Festival de Locarno 2008. Antes de su proyección, el director advirtió que se trata de un trabajo enigmático, y como tal, requiere la participación activa del espectador, de lo contrario... "esto no va a funcionar", dijo.

La atmósfera asfixiante, con giros grotescos, y el desarrollo argumental "listo para armar", recuerdan a Eraserhead (David Lynch, 1977). En gran parte, el secreto del magnetismo que ejerce la película está en la dirección de fotografía, con encuadres perfectos de un pueblo rural desolado bajo una luz que, podría ser de mercurio. La otra mitad del secreto, quizá resida en lo enigmático de un hilo narrativo de difícil -o múltiple- construcción. Los acontecimientos se empujan unos a otros, lentos pero inexorables, sin lógica aparente. El espectador naufraga entre los restos inconclusos de una historia, entre pequeños islotes de sentido en una marea continua de imágenes. Como si se tratara de un manifiesto que se propusiera develar que es el azar el que mueve las cosas. Y aún así, los acontecimientos se filtran en la conciencia: una mujer confiesa que mató a su marido; esa misma mujer, o su hija, Coralie, se entera de que fue concebida en una noche oscura y que cualquiera de los hombres que la rodean puede ser su padre; dos prostitutas rusas dicen que les resulta divertido estar a merced de los violentos del pueblo; Coralie es Venus, y quiere escapar. Denis Côté muestra a sus personajes en negativo. Los saca del barro y trata de exponer ese algo de belleza que todo ser humano -se piensa- podría contener. La actuación es distante, fría, y las únicas posibilidades de expresión emotiva parecen ser la melancolía, o bien, la ira. Esto, sumado a la fotografía y al ritmo de los acontecimientos, provocan una sensación de extrañamiento, donde los sucesos atrapados en una cotidianeidad hermética, se reproducen mecánicamente. Las idas y venidas de Coralie por los caminos del pueblo; los mafiosos de siempre sentados en la galería, a la espera de vaya a saber qué. Hasta que Coralie llora, y dice que quiere escapar. Es ahí cuando la historia se asume delirante, y por ésto, uno de los posibles efectos sea el humor. Un desenlace que entraña la comicidad de lo grotesco; la risa es su testimonio, que aflora para expresar la incongruencia entre las expectativas que se fueron tejiendo durante la trama, y el giro final de la película.

Diálogo con Denis Côté
Después de la proyección, en el marco del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, el director se quedó a contestar las preguntas del público, que sintetizo a continuación.

¿Cómo construyó los personajes?
Como no me gusta que los actores piensen el personaje en cuanto a psicología, entonces trato de no hacer lecturas antes del rodaje. El problema es que los actores profesionales quieren leer y hacer absolutamente toda la psicología del personaje antes del rodaje. Los actores profesionales son "bichos" muy particulares, quieren conocer toda la vida anterior de los personajes. Yo había escrito la historia de los personajes hasta los años cincuenta; y les dije que nada de la historia escrita que les presenté sobre los personajes se iba a ver. Sólo se iba a ver el presente. Pero seguramente ellos hayan formado la historia; se agruparon, conformaron un clan, se pusieron de acuerdo, y vinieron con algo ya construido. También les pedí que tengan una actuación mecánica, que trabaje con la distancia, y no tener una actuación naturalista. La mayoría de los actores profesionales viene de la televisión, y por esto están acostumbrados a tener a la cámara muy cerca. Yo los filmaba de lejos, en medio del paisaje, y les decía que hicieran menos cosas. Muchos planos son de atrás o desde lejos. Con esos detalles quería crear un "no man's land", un ambiente con toques de western, que tenga algo de tragedia y de humor negro, a través del blanco y negro, que genera un ambiente particular. Quizás a algunos les pareció gracioso. Muchos espectadores me vienen a ver para decirme que es miserable, y no ven el otro plano que yo veo: lo cómico, que llega hasta lo grotesco, hacia el final, con la Sra. Murdock. Recuerdo que al principio dijimos que ibamos a hacer un melodrama... y todos nos pusimos a reir.

¿En qué se basó para hacer la historia de la película, en la que de alguna manera cuenta un enfrentamiento entre vecinos cercanos?
En el tema que escucharon al final, imaginaba a una mujer rodeada de diez hombres muy poco recomendables. Se trata del placer de elegir personajes muy escuros e ir a buscar lo poco de humanidad que puede haber en ellos. Pero no es autobiográfico; no cuenta nada de Quebec; es un universo aparte. Porque viajando, la gente me pregunta si vender un riñón es una costumbre de Quebec... [risas]

¿La imagen tiene una inclinación hacia un color en especial o simplemente es en blanco y negro?
Esto es un poco técnico. Se grabó en HD, en color. En el motaje se quitaron los colores, después se imprimió sobre película film, pero de color, porque es cuatro veces más caro en blanco y negro. La mayoría de la gente no ve que no es blanco y negro, pero quizás vos tenés una mirada técnica y lo notás; en cada cambio de bobina se tiñe de un color un poco diferente. Se hicieron nueve pasadas en laboratorio para llegar a este resultado, y la prueba es que no está perfecto porque vos lo notás. Probablemente nunca más voy a filmar en blanco y negro, o en HD, porque es muy complicado. Hay algunos, muy pocos cineastas, que filman en blanco y negro en el mundo como Jacques Tourneur, Philippe Garrel o Bella Tarr, el resto imprime en película a color.

4 comentarios:

Verbobravio dijo...

A la deriva al contrario de Los estados del Norte, aunque no del todo, no nos ofrece un final fuertemente moral. Aunque es cierto desde lo narrativo al final se cae un poco. Mantiene un crescendo del deterioro que es una joya, a pesar de que al director el resultado del paso del color a ByN no le haya gustado nada (no lo volvere a hacer, dijo el domingo en el Hoyts) a mi me resulto muy interesante y estético.

Volviendo al principio, no me terminan de cerrar las opciones morales, los pecadores pagan por pecadores (aún a manos del más culposo de ellos) y los inocentes se sacrifican y nada los redime.

Los jovenes aparecen como más acabada muestra del deterioro, es notable que el siniestro personaje de Alain sea el unico que se rebela, aunque sea suicidándose.

Estos “buscas” un tanto mafiosos fueron, alguna vez, agricultores. Habla eso del deterioro de la sociedad que los contiene?

La peli me gustó, climas, perfiles de personajes, estrategias narrativas y el color, ese blanco y negro saturado y con ruido, una lástima que al director no.

Cece dijo...

Estábamos en la misma función. Cuántas cosas pudiste ver, qué bueno. A mi también me gustó el blanco y negro saturado, que más que blanco parecía plata. Eso contribuía a generar una atmósfera rarísima.

Verbobravio dijo...

No nos conocemos Oscar, una pena, una de las cosas que me hacen más dificil el ir al cine sola es que me falta la mitad del ritual que es, precisamente, la posibilidad de hacer este ejercicio de subjetividad y convertirme en un canibal del sentido. Pero sabemos que para eso es fundamental la existencia del Otro(a), no?

Si tenes oportunidad trata de ver Los Estados del Norte (si ya no lo has hecho). Yo, con mi debil memoria, no recordaba si efectivamente se trataba del mismo director, y el catalogo sn anteojos ni siquiera lo intuyo... asi que me quede con las ganas de preguntar.

Otro si digo, un auténtico y gozoso descubrimiento Sell Out!, de Malasia, director n recuerdo ahora (Bong Hoo algo), la viste?

Final, final, el tema del color en Elle... exquisito en efecto en una de las primeras escenas crepusculares, la de la camioneta y los “malos” y su víctima. Una joya esa imagen que por momentos satura negro y las figuras se funden y desaparecen, muy interesante...

Saludos y estamos en contacto!

Verbobravio dijo...

Perdon, Cece, es que nosotras, tampoco nos conocemos...

Besos!