todos estamos igual

martes, 24 de febrero de 2009

Conversaciones sobre medio oriente y antisemitismo


Conversación entre Daniel Cholakian y Oscar Cuervo

Oscar: En muchas de las discusiones sobre el conflicto en medio oriente encuentro que hay un punto de inflexión: insluso muchos defensores de la política bélica israelí admiten que se critique a su gobierno, pero son absolutamente intransigentes cuando se roza un cuestionamiento a la legitimidad de la fundación del estado de Israel. Este es un hecho ocurrido en 1948, parte de un acuerdo de las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial. Es decir: se trata de un hecho histórico-político y como tal, sujeto a discusión. La politica es discutible. Pero a este acto se lo pretende dejar fuera de la órbita de una discusión. Es muy usual asociar la posibilidad de discutir políticamente la fundación del estado de Israel con la posición de atentar contra la existencia de Israel. Y hay todavía un segundo paso: criticar la fundación de Israel y las condiciones en que se llevó a cabo se identifica con propugnar el exterminio de los judíos. Para cualquier análisis racional se trata de tres cuestiones distinguibles: una cosa es someter a crítica la fundación de Israel y los efectos políticos que de ese acto persisten; otra es oponerse a que el estado de Israel siga existiendo tal como está constituido en la actualidad; y otra radicalmente distinta es proponerse el exterminio del pueblo judío. Para mí está claro que sólo la tercera de estas cosas implica antisemitismo y que debe ser tratada como se trata a cualquier racismo, como un crimen que lesiona a la humanidad. Pero el primero y el segundo planteo, siendo ambos diferentes y discutibles, no veo que puedan ser asimilados al antisemitismo. Me parece que hay intereses concretos que quieren transformar un acto político discurrible y revisable en un tabú. Pero ¿por qué hacer un tabú de un acto político? Tampoco va a pasar nunca el tiempo suficiente para que una institución política se naturalice: el hecho de que la monarquía haya durado varios siglos no termina por naturalizar su existencia; las décadas que duró la Unión Soviética no impidieron que dejara de existir al cabo de un proceso político. ¿Por qué entonces va a quedar la discusión sobre la fundación de un estado inhibida por un tabú?

Daniel: Tus planteos sobre la validez de la discusión respecto de la legitimidad del estado de Israel son sólidos. Propongo alejarnos tanto de quienes califican a esta propuesta intelectual como antisemita -en tanto cuestionaría el derecho de un pueblo al dominio sobre un territorio que le garantiza la supervivencia-, como de quienes banalizan la discusión considerando a Israel simplemente como un enclave colonial norteamericano. Agrego una pequeña observación: no me parece apropiado que las acciones actuales de un gobierno (incluso cuando sean políticas “de estado”) sean argumentos para cuestionar la legitimidad fundante. Personalmente creo que la constitución de los estados burgueses, tal como los conocemos, es un hecho histórico, no natural ni permanente, por lo que es aceptable cuestionar la legitimidad de cualquier estado actual, sin que implique un sentimiento contra ninguna identidad. La instauración del concepto de patria como cristalización de una identidad es un modo de organización de la era de dominación burguesa en la que estamos aún inmersos. En este sentido, considerando el marco histórico de la modernidad, creo que la creación y existencia del estado de Israel tiene la misma legitimidad que cualquiera de los otros estados del mundo.


O: Como a mí me faltan datos para tener un cuadro completo de la situación, me gustaría conocer los antecedentes que llevan a la fundación de Israel. Podemos retrotraernos en el tiempo hasta 1948, o hasta la Shoah, pero también podemos ir más atrás y hablar de los conflictos coloniales que había en medio oriente antes de la caída del nazismo. Pero también podríamos remontarnos a los tiempos inmemoriales del Éxodo, tal como aparece narrado en los libros de la religión judía. Para poner un corte cualquiera quisiera preguntarte cómo era la situación teritorial y política de medio oriente a comienzos del siglo XX, sin perjuicio de que después retrocedamos o avancemos en esta historia.

D: El origen del actual Israel se halla en el deseo del pueblo judío de contar con su propio lugar en el mundo. Acá te propongo dos premisas para el resto de la discusión. La primera es que el pueblo judío tiene una existencia que excede al estado de Israel, temporal y espacialmente y que no está constituido solamente por la identidad religiosa. La segunda es que su vocación de asentarse en un lugar común, constituyendo una comunidad, es legítima, y se manifiesta cuanto menos desde el siglo XVI. Prefiero excluir relatos míticos, ideas retorno del retorno justo, y otras consideraciones que escapen a registros más o menos valorables en estos términos históricos.
Aun cuando con estos antecedentes son centrales, es necesario considerar otros factores que promovieron el desarrollo del conjunto de ideas que podemos agrupar bajo el nombre de sionismo. Principalmente, las fuertes persecuciones y la marginación a las que fueron sometidos los judíos en Europa oriental, y especialmente en Rusia, sobre el final del siglo XIX. Theodor Herzl organizó este movimiento y sentó los lineamientos de la creación del estado judío en el territorio que entonces se llamaba Palestina. Ese territorio había sido asentamiento de los judíos en tiempos anteriores, aunque cualquier discusión sobre quiénes fueron los habitantes originales del mismo son vanas (básicamente porque siempre están teñidas de contenido dogmático). En el momento que Herzl escribe El estado judío (1896), ese territorio no había sido aún dividido por las potencias coloniales. Esto no es un dato menor. No había allí aún ni proto-estado. En ese manifiesto, Herzl concluye que ese es el lugar para el nuevo estado, pues son las tierras del viejo Eretz Israel: la tierra de Israel, lugar del pueblo judío. Allí se encuentra Jerusalem, lugar sagrado.
Con anterioridad, cerca de 25000 judíos habían migrado durante el siglo XIX hacia la región. Con el incremento de los nacionalismos y el antisemitismo en la Europa occidental (no olvidar el affaire Dreyfuss en Francia), la “aliá” (palabra que significa ascenso, y es como los judíos denominan a las inmigraciones durante este largo período) fue incrementándose. A esos migrantes se les sumaron cerca de 40.000 antes del comienzo de la primera guerra. Pero sólo cuando estaba finalizando este conflicto Francia e Inglaterra acordaron dividir el oriente medio en zonas de dominio de cada uno de esos países. Palestina fue la única zona que quedó bajo dominio de la Sociedad de las Naciones, recién creada, que otorgó un mandato al Reino Unido para el ejercicio del control administrativo. A partir de entonces, enero de 1916, se cristalizó la organización colonial de la región. El sionismo había trabajado con éxito en conseguir apoyos de judíos poderosos y de gobiernos europeos para llevar a cabo su proyecto de nación.
Hago un aparte: la idea de “un pueblo, una nación” era clave en Europa en ese momento. En los 40 años anteriores se habían modificado las fronteras, con fuertes luchas entre países y con transformación de los sistemas políticos. La idea de un estado nacional como institucuión adecuada para sostener la identidad de un pueblo era central en todo el mundo occidental. En este sentido, creo que la búsqueda del pueblo judío por la creación de un estado propio es común en ese momento. Si el hogar judío toma la forma de un estado nacional es porque está es la formación histórica posible. No podría imaginarse en ese momento otra formación política para una pueblo con una identidad milenaria que no sea un estado nacional. En este orden, el texto de Herzl es plenamente moderno, ya que apela a la formación política estatal, legal y burocrática burguesa como expresión de la racionalidad positivista.
Luego de los acuerdos de Sykes–Picot de 1916, una vez finalizada la guerra, se produce la declaración de Balfour (2/11/1917). Esta es una declaración oficial del Reino Unido. A través de su secretario de relaciones exteriores envía una nota al Barón de Roschtild (ferviente sostenedor del proyecto sionista), donde declara: “El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.”
A partir del apoyo económico conseguido por la causa sionista en EEUU, Inglaterra y Francia, la emigración hacia el territorio del mandato británico fue incrementándose notablemente. Los nuevos habitantes compraban tierras a sus antiguos propietarios y ocupaban el territorio, organizaban la economía local y empleaban a los árabes sólo para las tareas menos remuneradas. Es importante resaltar que sobre las ventas de las tierras podrás encontrar muchas lecturas posibles. Están quienes tildan de traidores a los vendedores y quienes sugieren que la potencia colonial empujaba de algún modo a los habitantes árabes a tener que desprenderse de ellas. Lo que yo entiendo es que la propiedad de la tierra era concentrada, que tal posesión implicaba un régimen que, de un modo reduccionista, podemos llamar feudal, y que en esa operación de venta había, además de un cambio de propiedad, una modificación del régimen de tenencia y de explotación. El árabe que allí trabajaba y vivía, si no era expulsado, era empleado bajo una relación salarial, lo que modificaba completamente el sistema de organización social.
El régimen colonial, tolerante en las primeras cuatro décadas del siglo XX con la instalación del pueblo judío en la región, tampoco sufrió una resistencia importante por parte de la población árabe. Si bien existió una rebelión árabe en 1936, la misma fue fácilmente batida por el ejército colonial. Durante este lapso, donde ya era abierta la persecusión a los judíos por el régimen nazi, la población judía de la región pasó del 10% sobre el final de la primer guerra, al 30% hacia el final de la década del 30.
Es indudable que el apoyo de las potencias externas existió. Se podrá mentar el temor al “factor judío”, su poder de lobby, así como la conveniencia colonial de introducir un grupo diferente, para debilitar la unidad árabe en la región. Sin embargo, lo esencial fue la consecuencia del pueblo judío expulsado, convertido en paria (siguiendo los términos de Hanna Arendt), para construir una comunidad identitaria en un lugar del mundo en el que encontraban sus raíces.
Comenzada la segunda guerra, con una compleja realidad regional y la traslación del conflicto europeo a la región, los militantes sionistas, especialmente los de izquierda, comienzan la acción armada contra el ocupante inglés y contra el ocupante árabe que no se aliaba con ellos. Y si ya sobre finales de los ’30 el Reino Unido aconsejaba la partición de la región en dos estados, finalizada la guerra, las Naciones Unidas, por la resolución 181 deciden la partición del territorio en dos estados. Los árabes no aceptan la resolución y de la guerra que se desata, donde triunfan los israelíes, sale consolidado el estado de Israel, cuya independencia es declarada en 1948.
Si la constitución territorial de la resolución 181 no tiene nada que ver con la actual (para ser concretos, en el mejor de los casos, sumando la franja de Gaza y Cisjordania, los palestinos no poseerían en un teórico estado actual, siquiera la mitad del otorgado por la resolución referida), esto es un problema que tiene que ver con lo que ocurrió después de 1948 y no sólo entre Israel y Palestina. Los actores son diversos. Israel no será el mismo luego de 1948, ni sus partisanos socialistas serán militantes revolucionarios. Pero la región tuvo transformaciones importantes. El proceso de descolonización se aceleró y el Egipto de Gamal Nasser y su idea del panarabismo tuvo también un lugar central.

(continuará)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Oscar: Vos que crees que habria que hacer con israel? Que pensas que debería pasar?
Por que en todos estos dias se habla muchísimo en La Otra, pero vos no dijiste nada.
Bastante raro viniendo de un tipo que es tan amigo de las certezas y las declaraciones terminantes.
Timidez?

Oscar Cuervo dijo...

Anónimo:
dejemos de lado eso de ser amigo de las certezas y de las declaraciones terminantes, porque es una chicana barata. Yo no creo nada acerca de lo que habría que hacer con Israel. El tratamiento en el blog es el reflejo de mi posición, no tengo una opinión oculta: quiero escuchar una diversidad de voces y tratar de buscar otros aspectos de un problema complejo, que tiende a reducirse a imágenes simples. Tengo algunas presunciones bastante firmes sobre lo siguiente:

- que en una discusión política no tiene que haber tabúes,

- que la memoria de la Shoah no puede usarse para inhibir la crítica de las políticas que lleva Israel en las últimas décadas,

- que no es verdad que Israel sea un estado democrático (pienso que los estados árabes tampoco lo son).

- Que no veo escollos insalvables para que el conflicto se vaya desactivando poco a poco pacíficamente.

- Y (esto es una conjetura) que hay intereses económicos y geopolíticos (ajenos a los pueblos de la región) que sacan provecho de la situación bélica.

Anónimo dijo...

1 y 2 creo que hasta marcos aguinis esta de acuerdo.
4 y 5 cualquier lector de Crítica fana de Paul Auster y Sean Penn.
(Hasta ahora no dijiste mucho)
el punto 3 me parece el mas polémico.
A mi no me consta que Israel sea un país antidemocrático o al menos no tengo pruebas que demuestren que es menos democrático que, digamos: argentina, brasil, venezuela o bolivia.
Una cosa no quita la otra, ya lo se. Y no estaría nada mal hacer un ranking de países democráticos en La Otra para ir sabiendo ascensos y descensos, semana a semana, como en FM Hit.
En fin, no me contestaste que pensas vos que tendría que pasar con el estado de Israel. Que sería justo? Que sería posible? Y que posición debería tomar el gobierno argentino al respecto?
Obvio que no tenés por que contestarme y en realidad tampoco te lo pregunto solo a vos.
Alguien tiene una opinión? Es muy humilde y precaria mi opinión en este tema, tan solo sé que es central la pregunta que hago, que de ella dependen el resto de las argumentaciones (a favor y en contra).
No es chicana. Aunque parezca.

Anónimo dijo...

Anónimo, como vengo escribiendo notas bastante largas para dar cuenta de la complejidad del tema, creo que ya puse bastante de mi opinión (y lo seguiré haciendo). Permitime en este caso señalarte que tu pregunta sobre que sería justo o posible hacer (o que pasara) con el estado de Israel depende de los argumentos y no al revés, como vos planteas, que los argumentos dependen de esa respuesta. Si uno carece de argumentos mal puede, razonablemente, esbozar una respuesta a preguntas complejas.
De todos modos creo que tu pregunta es algo desacertada, pues pide sentencias sobre bien o mal, cuando de lo que hablamos es de un largo desarrollo político, que abarca gran parte de los problemas de la modernidad.
(y la verdad, dicho sea de paso, no estaría mal que te identifiques)
Saludos

Oscar Cuervo dijo...

No me preocupa si Marcos Aguinis, el lector de Crítica y el fana de Sean Penn están de acuerdo. Para pensar algo no observo antes quién podría acompañarme en mi pensamiento. Lo que dije es lo que opino. De lo que no dije nada es porque no pienso nada.

Ni siquiera se me ocurre que yo pudiera expedirme acerca de qué hay que hacer "con" el estado de Israel. No sé si hay que hacer algo con el estado de Israel, pero sé que yo no tengo que decidir hacer nada "con" el estado de Israel. Pensarlo de esa manera está fuera de lugar. En todo caso, lo que yo hago con el estado de Israel es pensar. Por lo que vengo dialogando con Daniel Cholakian y con otros interlocutores, sospecho que en el problema de medio oriente se expone una fractura del paradigma del estado moderno, de la idea de nacionalidad, de nacionalismo, de legalidad, de derecho internacional, etc. Me parece que este modelo revela su inconsistencia y en esa medida me siento implicado.

También es fuera de lugar que tenga que presentarte pruebas. Yo no tengo que presentarte ninguna prueba porque no soy fiscal y porque vos no sos juez. Estamos hablando de política y no haciendo un proceso judicial. Tengo la presunción de que es falso que Israel sea un estado democrático. Esta presunción se basa en diálogos que tuve con los cineastas israelíes Avi Mograbi y Eyal Sivan, en la visión de los documentales de estos dos realizadores, que ponen la cámara in situ, en la lectura de los textos que están citados acá en el blog de Edward Said y Pedro Brieger, y en las noticias que me llegan acerca de la ocupación de los territorios palestinos, los asesinatos sin proceso judicial, la falta de independencia del poder judicial para investigar los crímenes cometidos por el ejército israelí y el trato desigual que reciben los árabes en Israel. No son pruebas, pero para mí son indicios que me llevan a opinar que la tan cacareada democracia moderna israelí no es tal.

Lo que me parece fuera de lugar es tu posición de reclamo de pronunciamiento: yo me pronuncio acerca de lo que me parece necesario y no me pronuncio acerca de lo que a alguien, un anónimo, se le ocurra. Si no te satisface lo que dije, no me preocupa en lo más mínimo lo que a vos te satisfaga.

Anónimo dijo...

Queria dejar en claro ese no pronunciamiento tuyo nada mas, jejeje.
Un abrazo a vos, a choklokian (?) y a ricardo iorio tambien. A mi tampoco me preocupa en lo mas mínimo lo que a vos te satisfaga.

Juglar dijo...

Primero, antes que nada, estaría bueno que "Anónimo" dé la cara como hacemos todos.
Sobre el artículo: aunque discrepo en muchos puntos me parece que lo de Daniel fue una clase magistral de la historia (o parte de ella) que llevó al conflicto árabe israelí. En algún momento me gustaría agregar algo más de historia (yendo quizás más atrás) sobre cómo surge la disputa sobre esas tierras, curiosamente sagradas para varios pueblos. De la mezquita de Omar a la tierra prometida. De las inclemencias del nacimiento de los musulmanes a los orígenes del pueblo judío.
Pero aquí sólo me referiré a una cuestión: el problema de abrir el debate sobre el Estado de Israel, alejándonos de propuestas antisemitas y discusiones con intenciones totalitarias (algo que descarto de plano en los autores), es el escaso margen que nos queda. En pocas palabras: el medio que a uno le da es que muchos de los argumentos que se utilizan para fundamentar en el debate histórico-político al que puedo abonar (como por ejemplo la determinación central que tuvieron las grandes potencias expansionistas, colonizadoras y aniquiladoras en los procesos de partición en Medio Oriente) puedan ser invertidos hacia una direccionalidad nefasta. Como le decía a Oscar cuando leí su muy buena crónica sobre la charla que presenció, el antisemitismo no es materia opinable. Y sólo pensar que la apertura del debate pueda dar sustento a un nicho de imbéciles con ideas nazis y de una izquierda arcaica que cree que Irán es revolucionario por oponerse al "imperialismo yanqui" no me gusta nada.
Por lo pronto, por supuesto me sumo al debate y agradezco a Daniel por la clase ya que había algunas cuestiones que desconocía. Ya me extenderé sobre aquellas en las que discrepo...

Oscar Cuervo dijo...

Juglar:
un debate donde se traten de sumar aspectos, datos históricos y preguntas nunca puede dar lugar al racismo. Sólo la falta de debate y los prejuicios pueden favorecer al racismo.
Y desde ya que podés aportar todos los datos e ideas que tengas al respecto. En pocas horas habrá una segunda parte de esta conversación.
Saludos